El trato y la convivencia entre vecinos es un tema que nos desafía desde siempre. Somos un reflejo de una sociedad crispada y hostil. Sin embargo, tenemos en nuestras manos la gran oportunidad de marcar una diferencia, a partir del trato y la convivencia sana.
A pesar de los reglamentos, las normas y los entes de control, quienes gobiernan los usos y costumbres son los vecinos, cada uno desde su propia conducta y en relación al trato con los demás.
Un ejemplo cotidiano
Si la norma del reglamento define que es obligatorio pasear al perro con correa, el verdadero agente de cambio es cada vecino paseando a su perro con correa: vale más, tiene más “poder” el testimonio de pasear al perro con correa que la letra de la norma reglamentaria.
Y -a la inversa- “resta poder” a la norma, si paseamos al perro sin correa, por ese “peso superior” que tiene la conducta, por sobre la norma.
Por otro lado, si vemos a un vecino que está paseando a su perro sin correa, tenemos el “poder” natural que nos compromete a avisarle, recordarle, incluso reclamarle en buen tono, haciendo referencia a la normativa.
Y también, si nos toca ser apelados por otro, porque no cumplimos con la norma, tenemos el enorme “poder” de recibir con dignidad y respeto la recomendación, sin caer en la trampa de una cultura hostil, que impone un enfrentamiento falso entre vecinos.
Los buenos modales son algo más que una norma de educación; son grandes facilitadores de resultados con beneficios para toda la comunidad.
Esta nota tiene el propósito de poner en valor el buen trato y los modales, como herramientas sociales claves para la construcción de una mejor convivencia y mayor adherencia a las normas que nos asisten.